Hilo Ser o no ser... pero nunca con ellos.
En la tragedia de Hamlet, como en la coyuntura política actual argentina, observamos una dinámica clásica: la tentación de pactar con un antiguo enemigo para derrotar a un adversario más urgente.
Esta estrategia, aunque pragmática, está cargada de contradicciones éticas y riesgos de deslegitimación.
En Hamlet, el príncipe queda atrapado en una red de traiciones y venganzas, donde la necesidad de justicia lo lleva a acciones contradictorias.
La venganza contra Claudio, el asesino de su padre, lo consume tanto que termina sacrificando sus relaciones personales, sus ideales y hasta su propia vida.
Hamlet se encuentra atrapado en un dilema moral: vengar a su padre asesinado o seguir la senda de la razón. En el último acto, Hamlet hace un inesperado “pacto moral” con Laertes -un enemigo personal- porque reconocen que hay un mal mayor que deben exponer: el traidor Claudio.
Este tipo de alianzas “por conveniencia o por venganza” terminan teniendo un costo muy alto. Hamlet logra su venganza, pero lo hace a expensas de su propia integridad y de un baño de sangre que arrastra a inocentes como Ofelia y su madre Gertrudis. El reino queda devastado.
En el escenario político actual, ciertos sectores del peronismo evalúan “sumar” o “tender puentes” con Victoria Villarroel, representante explícita del negacionismo de los crímenes de la dictadura militar y defensora de políticas ultra-reaccionarias.
La lógica sería una alianza táctica para enfrentar a Javier Milei y su programa económico destructor. Aquí, Milei ocuparía el lugar de “Claudio” de Hamlet, el usurpador del trono y responsable del mal mayor.
Sin embargo, Villaroel es simbólicamente un “enemigo histórico”, al igual que Laertes para Hamlet. Su reivindicación de genocidas es incompatible con la memoria histórica y el núcleo identitario de buena parte del peronismo.
De forma similar, ciertos sectores del peronismo analizan aliarse o incorporar a Villarroel, vinculada al proyecto político -nada y nada menos, que vicepresidenta- de Javier Milei, a quien el peronismo considera el enemigo a derrotar en las urnas.
En ambos casos se presenta un conflicto de prioridades: ¿vencer al “enemigo mayor” justifica alianzas con actores que representan todo lo que uno combate?
Tanto Hamlet como el peronismo enfrentan el riesgo de desnaturalizar su causa, diluyendo principios fundacionales en función de una estrategia momentánea.
En el final de Hamlet se menciona el claro desenlace trágico; las alianzas pragmáticas no sólo no salvan al héroe, sino que aceleran su ruina.
En el peronismo, la alianza con Villarroel podría destruir la credibilidad del PJ ante sus propias bases, especialmente en los sectores que defienden los derechos humanos como bandera insustituible del campo nacional y popular -muchachos, esta discusión ya fue dada-.
La pregunta que subyace en la política actual es, ¿vale cualquier alianza para derrotar al enemigo mayor? ¿O se corre el riesgo de perder la identidad política y moral en el proceso?