Hoy toca el interludio 3 de El Ritmo de la Guerra. me parece tan lindo que no se como traerlo, tiene tantas frases tan buenas que temo que me quede uno de esos hilos largos que nadie lee.
Asi como Taravangian, voy a hacer lo mejor que pueda.
Vamos con el Interludio III: Al Fuego
Taravangian sospechaba desde hacía tiempo que no iba a tener un funeral. El Diagrama no había concretado ese hecho, pero tampoco había afirmado lo contrario. Además, cuanto más progresaban, menos preciso se hacía el Diagrama
En todo caso, él había elegido ese camino, y sabía que no era de los que llevaban a una muerte pacífica rodeado por su familia. Era de los caminos que llevaban al bosque oscuro, lleno de peligros.
Su objetivo nunca había sido salir por el otro extremo ileso; siempre había consistido meramente en lograr su objetivo antes de que lo mataran.
Y lo había hecho. Su ciudad, su familia y su pueblo estarían a salvo. Había hecho un trato con el enemigo que aseguraba que Kharbranth sobreviviría a la destrucción que iba a llegar. Ese había sido siempre su objetivo. Ese y ninguno más que ese
Ese día estaban todos allí con él. Una última vez. Adrotagia, por supuesto, mantuvo la compostura mientras lo abrazaba. Siempre había sido la más fuerte de todos. Aunque Taravangian gozaba de una inteligencia moderada ese día, lo abrumó la emoción cuando se separaron.
—Dales recuerdos míos a Savrahalidem y mis nietos —pidió Taravangian—. Si te preguntan, diles que me perdí al final, que me abandonó el juicio.
—¿Eso no hará más daño? —preguntó Adrotagia—. ¿Saber que su padre está atrapado entre enemigos, senil y confundido?
—No, mi chica no es así —dijo él—. Tú no la conoces tan bien como yo. Dile que estaba cantando la última vez que me viste. Eso la reconfortará.
Apretó las muñecas de Adrotagia, que a su vez sostenía las suyas. Qué afortunado era por haberla tenido como amiga durante… tormentas, ¿setenta y tres años ya?
—Así se hará, Vargo —dijo ella—. ¿Y el Diagrama?
Taravangian le había prometido una confirmación final. Le soltó las muñecas y fue hacia la ventana, pasando junto a Mrall. El corpulento guardaespaldas estaba llorando, pobre.
Ese mismo día, Taravangian partiría hacia Azir con Dalinar y Jasnah. Los ejércitos de Taravangian, cumpliendo órdenes de Odium, traicionarían a sus aliados y cambiarían de bando. Eso supondría una condena a muerte para Taravangian, que pasaría a quedar rodeado de enemigos.
Taravangian había pedido unos aposentos desde los que pudiera mirar al sur, hacia donde había empezado todo aquello con su petición a la Vigilante Nocturna. Tenía la sospecha de que su don lo había elegido alguien de mayor categoría que la antigua spren.
—El Diagrama ha cumplido su propósito —dijo Taravangian—. Hemos protegido Kharbranth. Hemos completado el Diagrama.
Kharbranth estará a salvo. —Bajó la mirada a su manos envejecidas. Las arrugas eran como cicatrices por cada vida que había segado
Diles… que no hay nada más lamentable que una herramienta que sobrevive a su utilidad. No vamos a inventarnos cualquier cosa nueva para que la haga nuestra organización. Debemos permitir que muera aquello que ya ha cumplido su propósito.
Yo soy la aguja que atrae el relámpago. Soy el portador de nuestros pecados. Kharbranth puede distanciarse de mí cuando nuestros ejércitos de Jah Keved se vuelvan contra los alezi.
Taravangian sería entregado a los alezi para su ejecución, y su cadáver ardería sin un funeral. Los alezi no concedían ningún honor a los traidores.
Aceptar ese destino dolía. Era raro que lo molestara tanto. Estaría muerto, así que ¿qué más le daba un funeral?
—Es demasiado frecuente —dijo Taravangian a Maben— que quienes escriben la historia se obsesionen con los generales y los eruditos, en detrimento de los trabajadores silenciosos que se ocupan de todo. La salvación de nuestro pueblo es una victoria tan tuya como mía.
Le hizo una inclinación y le besó la mano.
Dukar, otro miembro insiste en seguirlo a la muerte, a lo que el dice:
Aunque prometí que haría todo lo necesario para salvar nuestro pueblo, no daré ni un solo paso más allá. No provocaré ni una sola muerte innecesaria. Por tanto, mi último acto como rey tuyo es ordenarte que te marches.
Dukar hizo una reverencia.
—Mi rey. Mi rey eterno.
Adrotagia le cogió la mano por última vez y le dio una palmadita en la cabeza, como acostumbraba a hacer para molestarlo de niña, después de hacerse más alta que él. Taravangian sonrió y se quedó mirando cómo el grupo se marchaba poco a poco, haciendo una inclinación tras otra.
Cerraron la puerta y se quedó solo. Cogió su copia del Diagrama, encuadernada en cuero. A pesar de años y años esperándolo, nunca se le había concedido otro día como aquel en que había creado ese libro
Pero ese único día había sido suficiente.
«¿Lo ha sido? —susurró una parte de él—. Has salvado una sola ciudad.»
Lo había hecho lo mejor que había podido.
Y así cierra el capítulo de hoy, no se si es que las despedidas me pueden pero me movilizo bastante, espero haber logrado transmitir un poco de eso.
Como dije al principio, al igual que Taravangian, lo hice lo mejor que pude.